Vinos Reserva o Gran Reserva en Chile

Vinos de Reserva o Gran Reserva en Chile: ¿Mito o Realidad?

Cuando hablamos de vinos chilenos, inevitablemente surgen términos como “Reserva” y “Gran Reserva”. En este artículo veremos si los Vinos de Reserva o Gran Reserva en Chile son realmente un Mito o Realidad. En el supermercado, en una cata con amigos o leyendo una etiqueta elegante, estas palabras suenan como promesas de calidad. Pero ¿sabemos realmente qué significan en el contexto chileno? ¿Están respaldadas por alguna normativa o son solo un recurso de marketing? En esta columna te comparto una mirada profunda, honesta y documentada –con voces expertas como la del enólogo Sven Bruchfeld Engel de Viña Polkura y del viticultor Felipe Marín de Viña Casa Marín– para entender si estamos frente a una clasificación real o un mito persistente.

Influencias extranjeras y adaptación chilena: la génesis de los “Reserva”

En los años noventa, Chile vivió un verdadero boom vitivinícola. Fue una época dorada donde nuevas viñas querían mostrar al mundo que podían competir con los mejores. En ese contexto, empezaron a incorporar términos como “Reserva” y “Gran Reserva”, inspirándose tanto en Estados Unidos –donde su uso es una convención de respeto no regulada– como en España, donde existe una rigurosa normativa.

Sin embargo, Chile adoptó un enfoque ambiguo. Según el enólogo Sven Bruchfeld Engel, “originalmente el concepto ‘reserva’ en los vinos chilenos estaba pensado para calificar vinos de un nivel superior. Pero sin reglas claras rápidamente el concepto perdió valor”.

¿Qué exige la legislación chilena para usar “Reserva” o “Gran Reserva”?

En una palabra: nada concreto. En Chile, las viñas pueden utilizar libremente términos como “Reserva”, “Gran Reserva”, “Reserva Especial” o incluso “Selección Privada”. Durante un breve periodo, se exigía que un vino “Reserva” tuviera al menos 12% de alcohol, pero esta fue una medida marginal. Ni guarda en barrica, ni crianza en botella, ni evaluación organoléptica son requisitos legales.

Sven es enfático: “Calificar hoy un vino chileno como reserva o gran reserva no aporta ninguna información como descriptor de calidad o tipo de guarda. He abogado porque la palabra ‘reserva’ sea excluida de la nomenclatura chilena ya que no existe el vino reserva en Chile. No es una categoría. Es solo una palabra en la etiqueta”.

El modelo español como ejemplo de regulación real

En España, un “Reserva” debe pasar al menos un año en barrica y dos en botella. Un “Gran Reserva”, mínimo dos en barrica y tres en botella. Y esto no es decorativo: es ley.

Durante la firma del Tratado de Libre Comercio entre Chile y la Unión Europea, se debatió si Chile podía seguir usando estos términos. Finalmente, se aceptó su uso con el argumento de que el concepto chileno era distinto. Sven recuerda: “Yo cruzaba los dedos para que Chile perdiera esa discusión. Pero no fue así”.

La honestidad como principio

Desde su experiencia en Casa Marín, Felipe Marín también ofrece una visión crítica: “Tú perfectamente puedes encontrar un vino de alta gama, sin crianza en barrica, y ser un vino muy serio y honesto. Eso no lo hace menos ‘reserva’ que otros”.

Al mismo tiempo, alerta sobre las prácticas engañosas que ocurren en el mercado: “Hay vinos con etiquetas de Reserva o Gran Reserva que no han pasado por guarda real en barrica, sino que han sido elaborados con chips, duelas o incluso polvos de madera para simular el perfil de crianza. Eso, para mí, va en contra de la transparencia que debiéramos tener como industria”.

Marín también pone el foco en la falta de legislación chilena al respecto: “No hay un sustento técnico, no hay una directriz clara, ni tampoco un control. Estas categorías terminan siendo muy vagas”. Y enfatiza que lo realmente importante es ser fiel al proceso real del vino, más allá de una etiqueta. “Lo importante debería ser comunicar con honestidad lo que hay detrás de cada botella, más allá de una categoría que muchas veces se convierte solo en una herramienta de marketing”.

El peso del marketing y la confusión del consumidor

La industria del vino, como tantas otras, también compite en el terreno del marketing. Y llamar “Reserva” a un vino básico es rentable: suena mejor, vende más.

Esto ha generado un círculo vicioso: el consumidor asume que “Reserva” significa calidad, sin saber que puede ser solo una estrategia comercial. Muchas viñas serias han dejado de usar el término para no asociarse a esa confusión.

¿Hay viñas que aún respetan el concepto?

Sí, y son excepciones valiosas. Viñas como Laura Hartwig o Casa Marín mantienen la nomenclatura con responsabilidad, aplicando criterios reales de selección y guarda. Sven reconoce: “Hay muy pocas viñas que hoy día ocupan ‘reserva’ y ‘gran reserva’ para vinos de mayor calidad, pero lo hacen con una lógica clara”.

¿Eliminamos la palabra “Reserva” de las etiquetas chilenas?

Una pregunta provocadora, pero cada vez más válida. Para Sven, la respuesta es clara: sí. El término es vacío, confunde al consumidor y ya no cumple su propósito original.

Quizás es hora de que las viñas chilenas opten por comunicar calidad de otras maneras: hablar del terroir, del enólogo, del viñedo, del proceso, de la identidad detrás de cada vino.

¿Qué puede hacer el consumidor?

Tener una actitud activa: leer la contraetiqueta, investigar la viña, probar sin prejuicios. Entender que no todo lo que dice “Reserva” vale más, ni todo lo que no lo dice es simple. La verdadera calidad está en la copa, no en la etiqueta.

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